lunes, 26 de diciembre de 2011

Después de la batalla

Después de la batalla, se alzaron los hoplitas,
sus manos eran frías y en sus ojos
ardía el frágil beso del Leteo.

Después de la batalla entre la sangre,
cubiertos de metal y de silencio.




Santiago Cabrera Márquez

domingo, 23 de octubre de 2011

Vindicación del frío

La tundra ha regresado y el abismo
se fragua entre sus fauces.
Las casas ya no sirven y el invierno,
taimado y poderoso, orquesta su venganza.
No existe escapatoria pues la tundra
inunda cada plaza.

Aquellos que resisten congelan sus miradas.

Sus vidas son de piedra y en sus sueños
se entregan al vacío de la escarcha.



Santiago Cabrera Márquez

sábado, 1 de octubre de 2011

Pach

Entre los recios golpes de la Aurora
escucho la llamada de tu nombre
pulsando entre las briznas o en el cielo,
rasgando la mirada de los dioses.

Señor de las miradas que destierran,
tus brazos son de hierro.
Señor de las caricias que se inmolan,
quiero escuchar tu nombre de tus labios.
Señor del horizonte que se arrasa,
tus labios son de piedra.
Señor del laberinto que se escinde,
ora pro me.




Santiago Cabrera Márquez

domingo, 21 de agosto de 2011

Omnipotencia

Tras su mirada suave,
tras el juego ondulado de su pelo,
se oculta un pensamiento
capaz de destruir
y de crear profundos universos.

Su voz es como el aire, y cuando suena
quebranta el horizonte.
Es como un dios errante,
vagando sobre el mar incandescente
sediento de verdad.

Es la potencia oscura,
arcángel devastado, que al hacerse
consciente de sí mismo se autoinmola,
dejando como ausencia
la desolada niebla.


Santiago Cabrera Márquez

viernes, 19 de agosto de 2011

Reclamo del mar

Desnudo ante la playa me contemplo
y siento que mi cuerpo no es hermoso
y el odio hacia mí mismo se concentra
en las letales olas.

Me acerco paso a paso hacia las aguas
temiendo el tacto frío de su abrazo,
que sube por mis piernas con violencia
y corta con maldad la blanca carne.

La espuma sube rauda por mi pecho
mezclando su sal pura con mi sangre,
penetrando mi cuerpo con su odio
de despiadado nácar.


Santiago Cabrera Márquez